POR: ISIS CÓRDOBA M.
Amoenus es un adjetivo latino que significa “ameno,
agradable, delicioso, encantador”.La traducción literal sería: “lugar ameno o
bonito”. Este es un concepto del tópico de la literatura clásica latina que
consiste en la descripción idealizada de un paisaje o lugar muy apacible y
propicio para el amor, a través de la belleza natural. Petrarca introdujo este
concepto en la literatura renacentista. Otros poetas de la época como Garcilaso
y San juan de la Cruztomaron este elemento esencial para sus obras líricas pero
lo fueron adaptando a su gusto e intención. La retórica y estética de la lírica
de Garcilaso de la Vega, por ejemplo, se convirtió en un discurso que se
relacionó al sentimiento nacional del mundo español. No hay que olvidar que “El
lugar Ameno” es muy flexible, con ciertas características imprescindibles pero
perfectamente adaptables.
A través de Petrarca este concepto se introdujo en la
literatura renacentista con la búsqueda de la belleza femenina. El autor
prepara el ambiente, el lugar propicio en el que se darán los encuentros con su
amada: “Fue el día en que del sol palidecieron/ los rayos, de su autor
compadecido,/ cuando, hallándome yo desprevenido,/ vuestros ojos, señora, me
prendieron”.
El locus amoenustambién está presente en los elementos de la
naturaleza que han sido usados como metáforas para describir la belleza de la
amada. La voz poética describe su piel marmólea, su cabello de oro, sus labios
color rubí etc. Se puede percibir que el sentido de la naturaleza se
intensifica, o se hace más visible, cuando se trata de usarlo para describir a
la propia Laura: “El gesto ardiente nieve, la crin oro,/las cejas ébano, y los
ojos soles,/por los que al arco Amor no yerra el tiro;/ perlas y rosas en que
el mal que adoro/formaba ardiente voz entre arreboles;/ cristal su llanto,
llama su suspiro”.
En el soneto XXXV, por ejemplo, también se puede apreciar
que la naturaleza estaba en sintonía con
los sentimientos de la voz lírica e incluso le sirve de confidente: “Solo y
penoso los más yermos prados/ midiendo voy a paso tardo y lento,/ y acecho con
los ojos para atento/ huir de aquellos por el hombre hollados./Otro alivio no
encuentro en mis cuidados/ que me aparte del público escarmiento,/ porque en
los actos del dolor que aliento/ muestro traer los pasos abrasados;/ tanto que
creo ya que montes, llanos,/ selvas y ríos saben los extremos/ de vida que he
ocultado a otro testigo./ Mas no sé hallar senderos tan lejanos,/ tan ásperos
que siempre no marchemos/ yo hablando con Amor y Amor conmigo”.
Sin embargo, en el proceso divisor está la amada muy por
encima de la naturaleza; mientras que en Garcilaso, ambas están tratadas con
igual importancia aunque se dice que, incluso el lugar ameno, se lleva más
protagonismo. Mientras Petrarca personifica a Amor, Garcilaso personifica al
Tajo: “Con tanta mansedumbre el cristalino/ Tajo en aquella parte caminaba/ que
pudieran los ojos el camino/determinar apenas que llevaba”. En el proceso
idealizador está con mucha fuerza el adjetivo pero también la función evocadora
de las palabras; el Tajo se convirtió en un emblema nacional.
Dámaso Alonso dice: “Garcilaso es tan superior a toda la
poesía italiana de su misma época” y es
que este autor intensifica el sentido de la belleza natural en su obra.
Introduce el concepto de Locus Amoenus de Petrarca pero logra ampliar el tópico
y de esta manera se convierte en un himno, un sentimiento nacional muy fuerte
para España. En la Égloga III, nos encontramos con el Tajo entrañable y emblemático: “Cerca del Tajo, en soledad
amena,/ de verdes sauces hay una espesura,/ toda de hiedra revestida y llena,/
que por el tronco va hasta el altura/ y así la teje arriba y encadena/ que el
sol no halla paso a la verdura;/ el agua baña el prado con sonido,/ alegrando
la hierba y el oído”.
Además, el lugar ameno se da con fuerza porque permite que
la voz poética se encuentre con Elisa en un campo, donde no hay miedo de
perderse: “¿Por qué de mí te olvidas y no pides/ que se apresure el tiempo en
que este velo/ rompa del cuerpo y verme libre pueda,/y en la tercera rueda, /
contigo mano a mano,/ busquemos otro llano,/ busquemos otros montes y otros
ríos,/ otros valles floridos y sombríos,/ donde descanse y siempre pueda verte/
ante los ojos míos,/ sin miedo y sobresalto de perderte?”
En el soneto XI la voz lírica le pide a las ninfas, seres de
la mitología griega que son la personificación de la naturaleza, que lo ayuden.
Aquí podemos advertir que la voz poética puede encontrar consuelo en ella:
“Dejad un rato la labor, alzando/vuestras rubias cabezas a mirarme,/y no os
detendréis mucho según ando,/que o no podréis de lástima escucharme,/o
convertido en agua aquí llorando,/podréis allá despacio consolarme./”
Él encuentra alivio cuando está rodeado de la naturaleza;
por un momento se olvida de su dolor. De ahí que muchos digan que el lugar
ameno, en la obra de Garcilaso, es más importante que la amada; sin embargo
debe aclararse que sin la amada no sería posible recrear de manera tan especial
y hermosa al locus amoenus: “Corrientes aguas puras, cristalinas,/ árboles que
os estáis mirando en ellas,/ verde prado de fresca sombra lleno,/ aves que aquí
sembráis vuestras querellas,/ hiedra que por los árboles caminas,/ torciendo el
paso por su verde seno:/ yo me vi tan ajeno/ del grave mal que siento/ que de
puro contento/ con vuestra soledad me recreaba,/ donde con dulce sueño
reposaba,/ o con el pensamiento discurría/ por donde no hallaba/ sino memorias
llenas de alegría”.
En el Cántico de San Juan de la Cruz, el Locus Amoenus se
dapara metaforizar al amado: “ Mi amado las montañas,/ los valles solitarios
nemorosos,/ las ínsulas extrañas,/ los ríos sonorosos,/ el silbo de los aires
amorosos./ La noche sosegada,/ en par de los levantes de la aurora,/ la música
callada,/ la soledad sonora,/ la cena que recrea y enamora…” De esta manera, la
voz poética da a entender que el amado lo es todo, él es el lugar ameno; solo
en él se puede dar el amor.
También se encuentra la naturaleza por la que pasa la voz
lírica cuando va en busca de su amado, ahí no se recrea el amor entre ellos y
la amada no se detiene a ver las flores ni lo que la rodea a pesar de que en la
naturaleza está el sutil reflejo del amado: “¡Oh bosques y espesuras,/
plantadas por la mano del amado,/ oh prado de verduras,/ de flores esmaltado,
/decid si por vosotros ha pasado!/ mil gracias derramando, / pasó por estos
sotos con presura, /y yéndolos mirando,/ con sola su figura,/ vestidos los dejó
de su hermosura.”
El amado es capaz de conjurar a los elementos naturales,
porque éstos están impregnados de él, y les pide que no perturben el sueño de
su amada y para que ella esté protegida: “ A las aves ligeras,/ leones,
ciervos, gamos/ saltadores,/ montes, valles, riberas,/aguas, aires, ardores/ y
miedos de las noches/ veladores,/ por las amenas liras/ y canto de serenas os/
conjuro/ que cesen vuestras iras,/ y no toquéis al muro,/ porque la esposa
duerma/ más seguro”.
El lugar ameno, donde los amados se encuentran, no es de
este mundo: “Nuestro lecho florido,/ de cuevas de leones/enlazado,/ en púrpura
tendido,/de paz edificado,/ de mil escudos de oro/ coronado./” Pero la esposa
quiere más; quiere penetrar más profundo en su amado y otra vez lo metaforiza
con la naturaleza: “ Gocémonos Amado,/ y vámonos a ver en tu hermosura,/ al
monte y al collado/ do mana el agua pura,/ entremos más adentro en la
espesura./ Y luego a las subidas/cavernas de la piedra nos iremos,/que están
bien escondidas,/y allí nos entraremos/ y el mosto de granadas gustaremos.”
Para Dámaso Alonso , allí le mostraría el Esposo las últimas
bellezas que son las delicias delgadas del aire y de la música, la hermosura de
la Naturaleza y de la noche. Esto se comprueba con la estrofa donde la esposa
dice: “Allí me mostrarías… El aspirar del aire, /el canto de la dulce
Filomena,/ el soto y su donaire,/ en la noche serena,/ con llama que consume y
no/ da pena”.
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Petrarca, Francesco. Cancionero. Edit. Alianza, Madrid 2008.
De la Vega, Garcilaso. Edit. Clásicos Plaza y Janés. Edición
de José Rico Verdú. Barcelona 1984.
Dámaso, Alonso. La poesía de San Juan de la Cruz. Biblioteca
virtual Cervantes.
www.cvc.cervantes.es
http://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/04/TH_04_003_032_0.pdf
